La gente tibetana no quería la prohibición de la práctica de Shugden ni la persecución que le siguió. Hasta 1996, en regiones enteras de la diáspora tibetana, el culto a Shugden era “casi universal entre la escuela dominante Gelug del Budismo tibetano”. Era visto como un protector de confianza que les había servido bien.
El Dalai Lama cambió su mente acerca de Shugden a mitad de los setenta. Él abandonó la práctica que su Guru raíz Trijang Rimpoche le había dado, y comenzó a aconsejar a otros que dejaran la práctica también. Algunos siguieron su consejo. La mayoría decidió continuar con su culto.
Puesto que el mero consejo no tuvo el efecto que el Dalai Lama había esperado, en 1996 emitió su decreto prohibiendo la práctica. Incluso después de esto, en muchos discursos expresó su decepción con el hecho de que la gente no estuviera abandonando la práctica y haciendo más para hacer cumplir la prohibición.
Con el fin de instigar la extrema persecución a los budistas de Shugden que se había visto en la comunidad en el exilio e incluso en el Tíbet, el Dalai Lama tuvo que hacer la emotiva (y obviamente absurda) afirmación de que el culto a Shugden suponía un riesgo para su vida y el motivo por el cual los tibetanos no habían sido capaces de regresar al Tíbet.
Con estas provocaciones, como él mismo admite, “despertó” al pueblo tibetano y creó el conflicto interno que ahora vemos.
En una reunión privada en el Trijang Labrang, el monje más anciano de la asamblea, el venerable guen Chonze, humildemente suplicó al Dalai Lama considerar retirar la prohibición del culto a Shugden, dada la atmósfera tan hostil que ésta había creado dentro de las comunidades tibetanas, y comparándola con la revolución cultural que los tibetanos habían sufrido de China. A esto el Dalai Lama respondió airado:
“No habrá ningún cambio en mi postura. Nunca retiraré la prohibición. Tienes razón. Será como la revolución cultural. Si no escuchan mis palabras la situación empeorará para ellos. Siéntate y verás. Sólo empeorará para ellos.”
En diciembre de 2013, el venerable guen Chozen fue atacado por cinco hombres armados con cuchillos, dentro del recinto del templo que había estado cuidando durante 60 años. No hay duda de que, a menos que la persecución del Dalai Lama a los budistas de Shugden cese, la situación seguirá haciéndose peor y peor.
El Dalai Lama amenaza a su propia gente
“Continuaré hasta acabar la tarea que he comenzado. No retrocederé por unos cuantos individuos descontentos. Estoy decidido a llevar a la práctica las conclusiones de mi cuidadosa investigación y no dejaré la cosa […] Incluso individuos particulares puede que se arrepientan luego de tomarse ahora esto a la ligera con la esperanza de que las cosas quizás al final se arreglarán”
“El Dalai Lama tomó su decisión solo, pero sus seguidores se ven ahora forzados a unirse a la demonización […] Los cómplices se manifestaron en las calles para condenar a sus hermanos y hermanas, que empezaron a sufrir una grave discriminación.”
Maxime Vivas, en el libro <Detrás de la sonrisa: La parte oculta del Dalai Lama>
El Dalai Lama reconoce que es la única fuente de la persecución a los practicantes de Shugden.
http://youtu.be/474k0GdXc
El Primer Ministro tibetano afirma que la prohibición de la práctica de Shugden es el deseo del Dalai Lama y ha de cumplirse, incluso si lleva a la división dentro de la comunidad tibetana.